Colombia Magia Salvaje: banda sonora y anecdotario de rodaje

08 de Setembro de 2015
Grupo Éxito

Confesiones del equipo.

1. La sed en La Guajira

En una de estas expediciones por los desiertos de La Guajira encontramos una familia que buscaba agua en una zona remota. El anciano patriarca de la familia había soñado de la existencia de agua en un punto concreto del desierto, y se había llevado a toda la familia a acampar a ese lugar para intentar encontrar el preciado pozo. Llevaban varios meses de excavación con herramientas caseras y más de diez metros de profundidad excavados sin aún encontrar una gota de agua, pero fervientes de ilusión, convencidos de que el sueño se convertiría pronto en realidad.

2. El cóndor en el Parque Nacional Natural de El Cocuy

El cóndor fue la pesadilla personal del equipo de producción. El objetivo era mostrar una secuencia sobre su vida en un lugar remoto de El Cocuy. Durante el primer año de producción cebamos al cóndor durante varias semanas y luego pasamos más de 10 días en un lugar concreto del Cocuy tratando de filmarlo, pero el mal tiempo lo impidió. Decidimos poner más esfuerzo y cebamos al animal en lo alto de la montaña durante cinco meses.

Siguiendo los consejos del equipo de expertos localizamos un lugar, una rutina y las herramientas suficientes para llevar a cabo la filmación. Controlamos los tiempos de bajada del cóndor y las áreas de campo. Tras cerca de diez horas de viaje hasta el lugar, nuestro camarógrafo decidió esconderse antes del amanecer para lograr el objetivo. Permaneció todo el día pero no hubo suerte. El segundo día el cóndor sobrevoló el cadáver del animal muerto y estuvo muy cerca, pero no sucedió nada. El tercer y último día amaneció nublado y con el mal tiempo el cóndor cambia su comportamiento rutinario.

Salimos de El Cocuy antes de tiempo y aprovechamos las imágenes del paisaje que habíamos obtenido para terminar la filmación en el Parque Nacional Natural del Puracé. En tres días conseguimos espectaculares tomas de vuelo y comportamiento salvaje del animal, que unimos con las de El Cocuy.

3. Reunión de Mamos en Nabusimake

La Sierra Nevada de Santa Marta siempre ha sido un sitio emblemático para el equipo de producción. También ha sido un lugar difícil para lograr permisos de filmación porque no solo han de ser tramitados por Parques Naturales Nacionales sino por las propias comunidades indígenas, muy suspicaces frente a la aproximación de la gente a su comunidad.

Tras meses de comunicación con representantes de las comunidades fuimos a exponer nuestro proyecto a la comunidad Arhuaca. Viajamos a Nabusimake, el pueblo sagrado donde se llevan a cabo las reuniones para tomar decisiones entre las comunidades. Después de más de cinco horas conduciendo por tortuosos caminos llegamos hasta la vieja choza central, hecha de barro y con un techo tapizado de viejas plantas secas. Nos esperaban más de 15 mamos, todos ellos con su poporo, muy silenciosos. Les explicamos lo que pretendíamos hacer. Nos miraron fijamente y en silencio evaluaron la situación. Fue una situación inolvidable reunirnos con mamos sabios llegados desde los lugares más remotos de la montaña para dialogar sobre nuestro proyecto. Al cabo de unos meses otorgaron su consentimiento.

4. Pizza a domicilio a Ciudad Perdida

Uno de los lugares más remotos que debíamos mostrar en la película era Ciudad Perdida, en la Sierra Nevada de Santa Marta. Para llegar se necesita caminar sin tregua durante tres días por las selvas y las montañas. Desgraciadamente el equipo de producción solo disponía de dos días de filmación para este lugar, así que tuvimos que alquilar un helicóptero que nos dejase en el lugar y luego se regresara.

Cuando por fin divisamos desde el aire Ciudad Perdida, vimos que decenas de militares patrullaban el lugar guardando posición firme en los lugares más expuestos del lugar arqueológico. Las tropas estaban a la espera de recibir a su helicóptero de avituallamiento de un momento a otro. ¡Sucedía de manera secreta una vez al mes y había coincidido con nuestra filmación!

Decidimos hablar con el comandante encargado, quien accedió a ayudarnos de manera que cuando nuestro multicóptero volara, toda la tropa militar correría a la selva que rodeaba la Ciudad para esconderse debajo de los árboles y no salir en las tomas. La patrulla tuvo que correr bastante ese día pero salió a la perfección.

Al día siguiente, el multicóptero se averió por el exceso de humedad. El plan B nos salvó: mandamos a la mitad del equipo de filmación con el helicóptero militar que les llevó comida a los militares y liberamos peso para así hacer las imágenes que quedaban desde él. Fue tan exitosa la colaboración de las tropas para la producción que el Productor Ejecutivo Martin Nova organizó una entrega de más de 15 pizzas familiares en helicóptero para todos los militares que patrullaban la zona y colaboraron para el éxito de la producción.

5. El canto de las ballenas en la Ensenada de Utría

En un primer viaje de reconocimiento a la Ensenada de Utría para analizar la filmación de ballenas jorobadas, salimos en una pequeña barca a motor y a los 20 minutos divisamos la primera. Apenas si vimos la cola salir del agua, acompañada de un tremendo resoplido que hizo temblar la barca. No tardó más de dos segundos en desaparecer. Aguardamos diez minutos, pero no volvimos a verla.

Quise probar suerte debajo del agua y con una GoPro me lancé al mar. Nada más meter la cabeza bajo el agua escuche un grito muy agudo que resonaba a mi alrededor en todas direcciones. Era la ballena jorobada que cantaba en busca de sus compañeras. El ruido parecía acercarse. Asustado, salté de vuelta al bote.

El director Mike Slee, se quedó mirándome sorprendido ya que desconocía el motivo de mi alarma. Cuando le pregunté si había escuchado los sonidos, él interpretó que yo estaba perdiendo mi sano juicio. El capitán del bote decidió meter un remo en el agua y utilizarlo para transferir el sonido desde el agua a la superficie y mostrarle a mi director que yo no estaba tan mal como él pensaba. Y arrimando la oreja al remo, Mike escuchó el sonido de la ballena cantando bajo el agua. Antes de proseguir nuestra ruta volví a meterme bajo el agua para disfrutar por última vez de lo que ahora sonaba como una melodía.

6. Un aguacero en el mar

En mitad del trayecto de vuelta desde el Océano Pacífico a Nuquí tuvimos que sortear una tormenta. Íbamos en una barca de motor pequeña y la costa era una barrera de acantilados a más de dos kilómetros de distancia. No teníamos vuelta atrás, había que seguir adelante.

Estábamos literalmente rodeados de rayos y truenos por todos los costados. La situación era tan espeluznante que Mike decidió filmarla con su celular hasta que un rayo cayó a dos kilómetros de nosotros sobre el agua. La filmación se interrumpió en el celular debido a la descarga eléctrica. Pensamos que algo serio nos iba a suceder en esas circunstancias pero no podíamos parar.

Cuando por fin divisamos la costa y el final de los acantilados corrimos hacia las chozas donde nos refugiaríamos de la tormenta y secamos durante horas todo el equipo que llevábamos con nosotros.

Finalmente, decidimos incluir a las ballenas jorobadas en la película como una de las secuencias más importantes y el día de la filmación pusimos todos los esfuerzos técnicos en marcha para que fuese una producción fructífera.

En menos de un día filmamos a la ballena con su cachorro coordinando diversas y complicadas tecnologías de estabilización de imágenes sobre el agua y obteniendo diversos planos en los lugares más emblemáticos y con la fauna más característica del lugar. El esfuerzo invertido en la fase de pre-producción había sido recompensado.

7. Cuevas de guácharos (Reserva Natural Cañón del Rio Claro)

Una de las filmaciones más complicadas fue la de los Guácharos, aves nocturnas que viven en cuevas y solo salen en la noche a alimentarse de frutos. Se orientan en vuelo utilizando la ecolocalización como si fueran murciélagos. Para esta filmación utilizamos la última tecnología en cámaras de visión nocturna, capaces de filmar en total oscuridad gracias a focos infrarrojos imperceptibles para la mayoría de los vertebrados.

El equipo es muy pesado y voluminoso. Junto a la cámara especial llevamos tres focos con 36 LED, cada uno con imperceptibles infrarrojos. Todo ello se activaba utilizando dos baterías de coche que transportábamos hasta el interior de las cuevas donde las aves pasaban las horas de luz.

Al entrar en la cueva principal que habíamos localizado semanas antes de la filmación nos dimos cuenta de lo difícil que sería el conseguir nuestro objetivo. El suelo estaba lleno de guano, las heces depositadas por los pájaros que cubrían el suelo, y sobre estas heces pululaban miles de cucarachas e insectos. Para colmo, las aves se encontraban en las partes más altas de la cueva y hacían muy complicada su filmación.

Pronto nos dimos cuenta de que el lugar no nos serviría para mostrar la vida secreta del guácharo, pero al menos podríamos filmar su vida cuando salieran de la cueva. Al anochecer estábamos listos fuera de la cueva con los tres focos apuntando a los distintos lugares por donde las aves podían volar. La humedad era terrorífica y los mosquitos implacables.

La oscuridad se iba haciendo dueña de la noche y el único que podía ver algo era el camarógrafo a través de la cámara de infrarrojos. De pronto dos de las tres lámparas empezaron a temblar y tras una interferencia se apagaron. La humedad debió hacer que algo fallara y tuvimos que abortar la misión.

A la mañana siguiente un chico del lugar que nos había acompañado nos comentó que conocía una mucho mejor. Había que atravesar un pueblo paramilitar de camino a la cueva, pero él era de aquel lugar y con su compañía nos aseguraba que no habría problema.

Decidimos hacerle caso y cargamos el equipo para lanzarnos a la aventura. Tres kilómetros antes de llegar al pueblo vimos cómo un caminante comunicaba de nuestra presencia al pueblo. Al atravesar el lugar nuestro amigo saludaba desde la ventana del carro a los vecinos, que no nos quitaban el ojo, preguntándose quienes seríamos.

Llegamos así a una pequeña cueva escondida y comenzamos a transportar el equipo de filmación al interior. Tras andar más de 700 metros en el interior de la cueva llegamos a un lugar donde al subir por algunos recovecos filmamos a los guácharos desde posiciones elevadas e incluso los filmamos con crías recién nacidas. Fue una experiencia inolvidable que nos hizo darnos cuenta de los lugares desconocidos que aún existen en tan hermoso país.

 Conoce más: www.magiasalvaje.org